Crónica "Certificado de Existencia" - Guía del Orgullo 2019

Foto: Consuelo Mora / Transcendentes
Jess Márquez Gaspar sosteniendo por primera vez su cédula de residencia con el cambio de nombre y la corrección de su género, afuera de la puerta 3 de Documentación de la Dirección General de Migración y Extranjería

Crónica "Certificado de Existencia" 

Publicada en la Guía del Orgullo 2019

Por Jess Márquez Gaspar 

“¿no llevo acaso en la cartera / mi recién adquirido / mi flamante /certificado de existencia?”
Fernando Pessoa

Me miro en el espejo. Estoy desnudo. Recorro mi cuerpo con mis manos. Lo reconozco, lo amo. Me veo a los ojos. Ahí estoy. Soy hombre, estoy vivo. Peino mi cabello, acicalo mi barba, cepillo mis dientes, me pongo colonia. La misma rutina, pero hoy es 29 de abril: un día diferente. Estoy tan emocionado y nervioso que me tiemblan las manos cuando me pongo la camisa, los pantalones, me ato los cordones de los zapatos, en especial cuando me hago el nudo de la corbata.

Hoy es el día en que, finalmente, Jess será real, legal, indiscutible.

Son las 8:40 am. Consuelo, Sergio y yo entramos a la Dirección General de Migración y Extranjería. Me sudan tanto las manos que temo se me resbale el bastón que sujeto con mi mano derecha para ayudarme a caminar. Me quedo en el pasillo frente a la ventanilla de información y le mando un mensaje a Julio Arangón, Presidente de la Comisión de Diversidad de la Dirección.

Estoy de pie en el mismo punto en que he estado decenas de veces. Desde aquella primera vez, en 2014, que fui a esa oficina luego de haber llegado de Caracas, Venezuela. San José era una ciudad desconocida y aterradora, llena de promesas, y todo giraba en torno a conseguir un estatus migratorio legal. Recuerdo con claridad cada vez que visité esa oficina, cada vez que entregué documentos, cada vez que hice las filas. Cómo pasé de ser una persona a ser un número de expediente. Cómo peleé una batalla de cuatro años que terminó, finalmente, en mayo de 2018 cuando me aprobaron la residencia.

Don Julio me dice que le espere en la entrada de la Puerta 3, Documentación, y pronto llegan también Angélica Solera, Oficial de Protección Especial encargada de temas LGBTI, y Andrea Hidalgo, encargada de temas migrantes. Dos mujeres extraordinarias que batallaron a mi lado, por mí, en mi nombre, para la aprobación de mi residencia y para que estemos en ese momento, atendiendo mis cuatro denuncias por discriminación xenofóbica y transfóbica, y faltas al debido proceso cometidas en esa Dirección, como aquella vez que una funcionaria me gritó frente a decenas de personas y me discriminó; o aquella otra en que un funcionario decidió que yo no era la persona de mi expediente y se negó a atenderme.

Estamos todos y todas listos y listas para entrar. Voy, con mi séquito, al Cubículo 8 en el que una funcionaria muy nerviosa y maquillada me recibe. Me pide los documentos, intercambiamos palabras que no escucho. Y finalmente me muestra la pantalla y me dice “compruebe que todos los datos son correctos”. Ahí está todo: Jess Márquez Gaspar, Sexo: Masculino, Residente Temporal. Tres inmensos logros. La emoción me abruma y apenas alcanzo a contestar “todo está correcto”. Una foto de mí, conteniendo el llanto, es tomada por la Coordinadora de Comunicación de la Dirección y congela el momento.

Durante una larga hora debo esperar. Nos sentamos en unas sillas plásticas y desgastadas en un día particularmente soleado y caluroso. Mi comitiva ha crecido: Guillermo Murillo, mi abogado, gran aliado y amigo, llegó con un ramo de flores. Sus consejos legales fueron vitales para esto. Luis Salazar, el Comisionado Presidencial LGBTI, me abraza. En enero de 2018 se hizo famoso cuando la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte IDH), respondió dos preguntas redactadas por un equipo legal que lo incluía y presentadas por la ahora exvicepresidenta, Ana Helena Chacón, con la Opinión Consultiva OC-24/17. Cuando ella leyó el contenido de ese documento el 9 de enero, lloré y lloramos, entendiendo que su contenido nos cambiaría la vida: sólo que no sabíamos cuánto.

La respuesta a la segunda pregunta de la Opinión fue contundente y hermosa: el Estado costarricense debe reconocer el derecho a la identidad de las personas trans, desarrollando un proceso administrativo, gratuito, confidencial y expedito para que podamos corregir nuestro género y cambiar nuestro nombre para que coincidan con ese con el que nos identificamos. 

Reviso mi celular y le escribo a papá, para contarle que estoy esperando. Mis amistades envían buenos deseos. En Facebook, más temprano publiqué un estado anunciando que iba de camino. La expectativa está en el ambiente y está cargada de emoción. Por una vez, mis denuncias públicas y mis conversaciones privadas no son sobre las veces que estuve apunto de ser apaleado en lugares de trabajo por compañeros, o sobre aquel episodio en que tres hombres me persiguieron por la calle gritándome “vamos a matarte playo”, ni sobre mi batalla diaria para recibir atención médica, para usar servicios bancarios, para montarme en autobuses y en Ubers, para encontrar pareja, sin ser discriminado por mi identidad de género, mi orientación sexual, mi origen o mi discapacidad.

Empiezo a desesperarme en aquel saco prestado y sintiendo mi corazón latir a mil por hora, cuando finalmente un funcionario le hace señas a don Julio, y le dice que nos acerquemos. Vuelvo a entrar a la Puerta 3, sólo acompañado por Consuelo esta vez, para que me tomen las huellas y me entregan un rectángulo plástico, blanco por el reverso, pero con datos, una fotografía y un título en el anverso. Lo sostengo en mis manos y doy varios pasos antes de bajar la mirada y verlo entre mis manos: es real.

En los siguientes instantes, y ante la mirada curiosa de decenas de personas para quiénes es un día común y normal, comienzo a llorar. Al salir abrazo a Luis, y le agradezco inmensamente: por haber creado la Comisión de Personas Trans luego de ser nombrado en mayo de 2018, y haber trabajado con nosotres para hacer el Decreto 41.173, que reconoce la obligación de todas las instituciones públicas de reconocer la identidad de género de las personas trans en todos los documentos, bases de datos, registros y plataformas, e invita a la empresa privada y los Colegios Profesionales a hacer lo mismo.

Sigo llorando cuando abrazo a Angélica y a Andrea, de la Defensoría, por la batalla que dieron para trabajar con Luis y conmigo durante seis meses desarrollando el Decreto 41.337, que establece el Reglamento para que la Dirección General de Migración y Extranjería reconozca la Identidad de las Personas Trans Migrantes en el Dimex o Cédula de Residencia; y luego para presionar a la Dirección y sus funcionarios y funcionarias para que aprobaran mi solicitud de cambio de mis datos cuando la presenté en febrero de 2019.

Abrazo a Memo y lloramos juntos. Como lloré una semana antes, el 21 de abril, cuando don Julio me llamó para notificarme que mi solicitud de cambio de nombre y corrección del género había sido aprobada. Como lloré otras tantas, pero de tristeza, pensando que mi identidad nunca sería reconocida, y que sería siempre un ciudadano de segunda porque yo nunca calcé en los moldes de lo socialmente correcto y estuve demasiado determinado a ser quién soy y no quién se esperaba que fuera.

Me recupero de la emoción y las siguientes horas se convierten en un torbellino. La Directora de la Dirección, doña Raquel Vargas, y el Sub-Director, don Daguer Hernández, me dan la mano, nos tomamos fotos. Consuelo y Sergio me llevan a almorzar y en el carro envío el comunicado de prensa, las fotos y los videos que Consuelo me tomó a los medios de comunicación. Hicimos dos live durante el proceso y mi celular se convierte en una lluvia de notificaciones que me abruman y me llena de felicidad.

Esa tarde, sentado en la sala de mi casa, una cámara de Repretel me apunta mientras doy la sexta de decenas de entrevistas que daré ese día y los siguientes. El reportero me pregunta qué significa este logro en materia de derechos humanos en Costa Rica, y es entonces que entiendo que me he convertido en la primera persona en el país en lograr la corrección del género en su identificación por vía administrativa, logrando ir más allá que mis compañeres de lucha, las personas trans costarricenses que han podido cambiarse el nombre más no corregirse el género desde mayo de 2018, cuando el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) realizó un cambió en el Reglamento del Registro Civil para incorporar el procedimiento.

Luego, sentado en la computadora, descubro que decenas de medios han reproducido la noticia, no sólo en Costa Rica sino en Venezuela. Mis amistades y mi pareja me escriben mensajes de celebración. Hablo con papá por teléfono y está orgulloso y feliz: ahora podré traerlo a Costa Rica y sacarle la residencia a él. Mi hermano mayor, Pompeyo, me felicita.

La medianoche pasa y la llegada de la madrugada trae la calma, al menos por unas horas, mañana habrá trabajo, más entrevistas, más mensajes de WhatsApp. Pero ahora, estoy sólo en mi apartamento, en silencio. Como aquella noche de 2016 en que veía la serie lésbica de The L World, cuando uno de sus personajes sale del closet, comienza a transicionar y elige el nombre de Max, y yo sentí la urgencia de levantarme de la cama, desnudarme, y mirarme en el espejo. Mi imagen se había hecho borrosa, desenfocada, porque a mis 26 años no sabía quién era. Recorría mi cuerpo con mis manos y veía uno que no estaba ahí, diferente.

Logro dormir unas horas. A la mañana siguiente, estoy exhausto y aterrado, pero me animo a alistarme para ir a una entrevista en vivo en La Revista de Canal 13. Mientras lo hago, reviso los cientos de comentarios y mensajes en mis redes sociales, y siento la felicidad, la alegría de amistades, activistas, personas conocidas y desconocidas, pero sobre todo la esperanza que muchas personas trans ven en este logro.

Entro al baño para alistarme, como lo hice el 21 de junio de 2016, el día que decidí salir al mundo vestido, calzado, y siendo el hombre que soy y que siempre fui, y me detuve a peinarme el cabello, aterrado, temblando porque sabía que el camino no sería fácil. Pero levanté la mirada y vi a aquel niño de cinco años, asustado y triste porque no pudo ser Aladdín en su cumpleaños número cinco. Con afecto, le dije que me acordaba de él, que lo había olvidado y relegado a un rincón de mi mismo, pero que ahora sabía que estaba ahí, y que ya casi íbamos a ser libres.

Ahora, tres años más tarde, con un año y medio de testosterona en el cuerpo por el Tratamiento de Reemplazo Hormonal que llevo, y luego de haber hecho público que soy un hombre trans, he cumplido mi promesa. Ese niño es libre, sólo que ha crecido y tiene casi treinta años.

Se está haciendo tarde. Salgo de la ducha y me miro en el espejo: esta vez la imagen es nítida. Estoy desnudo. Recorro mi cuerpo con mis manos. Lo reconozco, lo amo. Me veo a los ojos. Ahí estoy. Soy hombre, estoy vivo.

Me visto. Y antes de salir hacia la Asamblea Legislativa, tomo el rectángulo plástico, blanco por un lado, impreso por el otro, que establece irrefutablemente quién soy. Mi Dimex. El Certificado de Existencia de Jess Márquez Gaspar, de Sexo Masculino, Residente Temporal en San José, nacido en Caracas. Y el primer certificado de la existencia plena y absoluta de todas las personas trans en Costa Rica. 

Foto: Consuelo Mora / Transcendentes
Jess Márquez Gaspar, en el centro, con el Comisionado LGBTI Luis Salazar; Angélica Solera y Andrea Hidalgo de la Defensoría de Los y Las Habitates; el abogado y actvista Guillermo Murillo; Julio Calderón, Presidente de la Comisión de Diversidad y Daguer Hernández, ViceDirector de la Dirección General de Migración y Extranjería.  

Comentarios

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  2. wow, tus palabas me han hecho llorar, me han conmovido hasta lo huesos, te felicito y aunque no te conozca me siento orgulloso de vos, por haber abierto el camino, trazado la meta y logrado el objetivo mas preciado.

    Soy Ramsés Rivas, papá de Gabriel Rivas mi hijo trans de 17 años. Tambien somos migrantes de Nicaragua. Quería saber si me puedes guiar para que él tambien logre su objetivo de cambio de nombre.

    Si me puedes escribir a mi correo estaria inmensamente agradecido, este es ramses.rivas@gmail.com

    De antemano.

    Muchas gracias

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